“Ego”, supe que se llamaba
La vulnerabilidad tan detestable y tan tierna en su fragilidad.
Yo me imagino un guerrero fornido, su piel brilla por el sudor al haber escalado un monte empinado al que se propuso subir con un objetivo que ya cumplió…
“Ese guerrero no es vulnerable “- pienso
“no lo es en este instante” – me corrijo como un consuelo ridículo porque en este momento soy todo menos ese guerrero fornido…
Soy la vulnerabilidad encarnada… Mi piel también está húmeda, pero de lágrimas, y todo lo que logró proponerme y cumplir en este instante es sobrevivir.
Detestable y tierna…
Toda mi humanidad se aferra de las paredes y busca desesperada un ancla para no divagar en la infinita y profunda tristeza.
Vuelvo a los ojos del guerrero; se encoge frente a mí, limpia el barro de mis pestañas, corre mi pelo fuera de la cara, extiende su mano sudorosa, me contempla y una lágrima legítima y valiente sale de sus ojos.
!Es vulnerable! – Me digo- ¡también lo es!
Ambos heridos en partes tan diferentes, ambos lidiando con estas heridas de una manera tan diferente…
Me acurruco en los brazos del guerrero; “ego”, supe que se llamaba.
Me permito desplomarme porque esta vez, él lo hace con el mismo ahínco … Somos dos pedacitos de una misma persona que se han deshecho y que están haciendo maromas para reponerse.
Pequeño guerrero, amado Guerrero, no temas también así sigues siendo deslumbrante, mágico y valioso
19 de mayo
Habitación 602