Esperar que sea perfecto es desperdiciar lo bueno.
Hay un camino largo, tortuoso y esforzado para llegar a la perfección, (si es que la perfección existe), o al menos a lo que subjetivamente entendemos cómo Perfecto.
Visualizamos cómo queremos que las cosas salgan, detallamos en nuestra mente y proyectamos cómo “debe ser” … y eso está súper bien; el problema es cuando amarramos esa idealización a nuestra alegría, a nuestra decisión de avanzar o a nuestra paz. El problema es cuando decidimos quedarnos estáticos hasta que el escenario sea Perfecto, cuando aplazamos nuestra satisfacción hasta que todo se dé como lo planeamos.
Por esperar lo Perfecto, desperdícianos lo bueno, obviamos cuanta bendición ya hay en lo que está en proceso, en lo simplemente bueno, en lo que sin ser extraordinario ya viene siendo magnífico….
Recibimos un regalo en nuestras manos, una obra incompleta pero preciosa y por el afán de verla terminada no saboreamos su belleza.
Ernesto Ruiz dice: ““ No he llegado donde quiero, no estoy donde estaba, tampoco estoy quieto, entonces… todo va por buen camino! ”
Dicho estoy… hoy siento que voy por buen camino y lo más importante que lo estoy apreciando con ojos de turista